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Que la luz de tu alma te guíe.
Que la luz de tu alma bendiga tu trabajo con el amor secreto
y el calor de tu corazón.
Que veas en lo que haces la belleza de tu alma.
Que la santidad de tu trabajo lleve salud, luz y renovación a los
que trabajan contigo y a los que ven y reciben tu trabajo.
Que tu trabajo nunca te canse.
Que libere en ti manantiales de renovación,
inspiración y animación.
Que estés presente en lo que haces.
Que nunca te pierdas en ausencias insulsas.
Que el día nunca te pese.
Que el alba te encuentre despierto y atento,
esperando el nuevo día
con sueños, posibilidades y promesas.
Que la noche te encuentre en estado de gracia y realizado.
Que comiences la noche bendecido, abrigado y protegido.
Que tu alma te serene, consuele y renueve.
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Marcos Montivero
Coach, Autor y Conferencista
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A diario solemos envidiar lo que tienen otras personas, solemos quejarnos de la poca surte o los problemas que tenemos. La rutina y la cotidianidad hacen que naturalicemos muchas cosas que no son naturales, como por ejemplo comer todo los días o poder bañarnos con agua caliente. Al naturalizar todo, perdemos la capacidad de valorar lo que somos y lo que tenemos, y en ese momento comenzamos a distraernos, quejarnos, aburrirnos, olvidarnos, en fin, a perdernos.
En la esquina de mi casa se juntaron los negros a pasarse una birra y hablar a los gritos. La luz pobre del alumbrado público muere en las viseras de sus gorras y entonces la sombra cae como un velo sobre sus ojos de pupilas dilatadas. Escuchá cómo gritan los negros, deben estar drogados. El porro les empasta la saliva y les seca la garganta, y ahí nomás se cruzan a lo de la Norma a comprar más cerveza. La Norma vende la cerveza más cara del barrio pero atiende hasta tarde porque es pilla. Ella sabe cuánta sed les da el porro. Demasiadas noches pasó la Norma espiando a los negros desde atrás de las rejas del kiosco.
Otra cosa que tiene caro la Norma es el helado. Revende una marca de Capital que al Claudio le gusta, entonces me mandó a que le compre medio kilo.
El portón chirrió cuando lo abrí y ahí dos de los negros se dieron vuelta y me miraron. Me puse el celular en la teta y cerré la campera. Uno dijo algo que no entendí pero por las dudas murmuré negros de mierda y sentí como la R en mierda me acariciaba el paladar.
Aplaudí dos veces hasta que escuché que la Norma se levantaba de la silleta de lona. De fondo sonaba la voz fingida de algún doblajista de novela brasilera. La luz de la pieza de al lado atravesaba un poco la sábana finita que habían puesto de cortina y a contraluz vi la silueta de la Norma, que es grandota, medio machorra.
-¿Que buscás?, me dijo.
-¿Helado te queda?
-¿El importado o el otro?
Me reí con la ocurrencia y respondí que el importado.
Mientras la Norma sacaba el balde del congelador aproveché para fichar a los negros, a ver si todavía justo se cruzaban a comprar cerveza.
-Estos están re dados vuelta, eh.
-¡Ah no!, dijo la Norma, y se rió.
-Como se ve que mañana no labura ninguno, comenté. El Claudio a las diez ya está mirando Tinelli en la cama. A las seis se levanta.
-Estarán de vacaciones-, aventuró la Norma.
-Vos sabés que estaba cruzando la calle y uno me dijo una grosería. Decí nomás que no entendí bien lo que dijo.
La Norma soltó el pote sobre una mesita de madera que tenía ahí y se vino para la ventana. Los miró fijo un rato largo y después me clavó los ojos a mí.
-¿Qué te dijeron?
-No entendí bien. No sé.
-No te dijeron nada, no mientas.
De golpe la Norma se puso seria y de verdad que parecía un hombre, hasta le bajé 
la mirada.
-¿Vos los conocés a esos pibes?, me patoteó.
-Mas vale, si están todos los días dándose enfrente de mi casa. Qué no los voy a conocer.
-Mirá, fijate ese que está allá, dijo la Norma y sacó el brazo entre las rejas. El que tiene la gorrita roja con las letras blancas. A ese le dicen Oreja. Hace seis meses uno que vive allá atrás del riacho le violó la hermana cuando iba para la escuela. Cuando el Oreja se enteró, todos los que vos ves ahí lo acompañaron a romperle la cabeza al tipo.
-Son peligrosos, comenté con un poco de miedo.
-Mirá aquel otro, el de remera anaranjada. Ese es el Luis, el hijo de la Chili. El Luis escribe las canciones.
-¿Qué canciones?
-Las canciones que cantan. Los pibes estos tienen una bandita de hip hop y a veces cantan a beneficio de la salita. Organizan eventos para juntar cosas. Cuando a la hermana del Oreja la violaron, el Luis escribió una canción que habla sobre por qué violar está mal. No quería que eso pase nunca más en el barrio. Ahora, cuando hacen una presentación, esa es la primera canción que cantan. Tienen miedo de que a otra le hagan lo mismo que a la piba esta. Ellos no te dijeron nada. No sabés bien lo que escuchaste pero por las dudas te atajás. Te dan miedo. ¿Alguna vez el Claudio te pegó?
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Imaginate, si te faja el que amás, el desconocido siempre asusta. Yo a estos pibes los conozco. Se juntan para practicar las canciones ahí porque no tienen para la sala de ensayo. Toman cerveza y se fuman algo y no los vi pelear ni una sola vez. Son compañeros. El que más se cruza a comprar es el Pablito, el del short de River. Lo mandan a él porque todavía es pendejito. Dice que va a estudiar para médico para trabajar en la salita para que a la madre la atiendan bien. Es un cago de risa el pendejito. Y después está el otro, el Pilo. El Pilo vende sánguches en la estación. Dice que prefiere eso a tener que viajar colgado del tren todos los días hasta Capital para sentarse en una oficina careta a que lo humillen por dos mangos. Tiene principios el Pilo. ¿De qué querés?
-¿De qué quiero qué?
-El helado, qué va a ser.
-Ah. Medio de chocolate, respondí distraída.
Agarré la bolsa que me dio la Norma y murmuré un gracias. Algo me había quedado haciendo ruido en la cabeza. Estaba como ausente y crucé la calle y cuando pasé junto a los pibes los miré y les dije buenas noches. Buenas noches señora, me dijo el Pilo y los otros lo corearon. El chirrido del portoncito le avisó al Claudio que ya estaba volviendo. Se va a poner contento que le conseguí el helado. Me gusta cuando el Claudio está contento, me trata bien.
Autor: Juan Solá
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Marcos Montivero
Coach, Autor y Conferencista
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Orador de TEDx, Psicólogo Social, Músico, y un ser humano de corazón enorme.
Daniel es justamente lo que esperaba, sencillo, con sueños de servir a los demás y una personalidad contagiosa que te hace sentir en familia aunque te vea por primera vez.
Lo esperaba en una cafetería y lo primero que hizo al llegar fue abrazarme sinceramente.
Luego se sentó y con sus pies descalzos cruzó sus piernas en forma de buda, recordándome a bucay que solía hacer lo mismo.
El resto fue una conversación de lo que pasó y lo que pasará.
Si hay algo que agradezco a la vida hoy, es poder conocer personas como él.
Personas que están haciendo, en vez de quejarse, que se arremangan sin miedo a ensuciarse, que actúan en vez de esperar que «alguien más lo haga».
Pronto, tendré más noticias 🙂
Por ahora, te dejo su página, por favor pasá y fijate como el mundo que queremos, se puede lograr sin importar dónde empieces: http://www.creerhacer.com.ar
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Marcos Montivero
Coach, Autor y Conferencista
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Hay personas que viven en un paradigma obsoleto, asegurando que TÍTULO implica Excelencia y Resultados.
Anthony Robbins no tiene título en PNL.
Messi fue un jugador ÚNICO en el Mundo ANTES de ser «profesional«.
Alejandro Magno creó uno de los Imperios más Grandes de la Historia y no hizo ningún Postgrado en Management y Estrategia.
Y tú…
Tú que estás leyendo esto, recuerda que puedes empezar ahora. Con lo que sabes, con lo que tienes, donde estás.
Empieza AHORA, porque no hay otro lugar donde comenzar, que no sea AHORA.
Aléjate de la idea obsoleta de que eres insuficiente, que necesitas otro título, otro cargo, otro reconocimiento, más dinero, más experiencia, más contactos…
Y por sobre todo, aléjate, desvincúlate, protégete de quien te haga sentir menos, quien te quiera hacer pensar que no estás a la altura, que no eres apto, que NO PUEDES.
Recuerda siempre: Para que algo sea PERFECTIBLE, primero tiene que ser HECHO.
No puedes mejorar algo que no has hecho.
Así que:
HAZLO MAL, PERO HAZLO RÁPIDO.
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Marcos Montivero
Coach, Autor y Conferencista
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Muchas veces debemos aprender a conectarnos con la consciencia universal.
Hacer algo conectados con ese «algo» que nos hace actuar prácticamente como si estaríamos en un estado de hipnosis, como si nuestra sabiduría, desempeño, habilidad, vendría de algo totalmente fuera de nosotros.
No interrumpir el proceso es clave, y dejar que la mente lógica descanse. No buscar explicaciones, no querer entender, simplemente dejarse llevar por esa maravillosa e infinita energía de luz, por esa potencialidad pura que nos regala nuestro Dios y Nuestra Madre Tierra.
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Marcos Montivero
Coach, Autor y Conferencista
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Es increíble que vivamos con cortes de luz porque el servicio está sobrecargado o en mal estado.
En un mundo que nos ofrece abundancia en todas sus facetas como la energía eólica, solar, la mareomotriz, la geotérmica, etc., llega un momento en el que cuestionar las formas de hacer las cosas es inevitable y esperar que las instituciones solucionen algo que no están interesadas en solucionar se torna aburrido.
Los humanos necesitamos un despertar de consciencia pleno y un involucramiento en las políticas que influyen en nuestras vidas, dejando separaciones absurdas por color de piel, música preferida o dios al que veneramos.
Y no, no digo que necesitamos más políticos. Necesitamos MENOS políticos de profesión. Y más personas DESPIERTAS que se ocupen de política. Es algo totalmente diferente.
La esclavitud que vivimos es deliberadamente controlada por instituciones que controlan el valor del dinero y los recursos mediante crisis y oportunidades creadas arbitrariamente.
Alternativa debería ser la nafta, no la preciosa e infinita energía que nos da nuestro padre sol cada día.
Yo no veo personas usando velas en la casa y diciendo que la electricidad es una alternativa.
Alternativa debería ser el gas y lo comúnmente usado debería provenir de aprovechar el movimiento del mar, los vientos y la temperatura que nuestra madre tierra nos brinda con mucho amor.
Vivimos en un mundo maravilloso, con políticas arcaicas que nos tratan como imbéciles haciéndonos creer que necesitamos ir a trabajar cada día para pagar la luz, el teléfono, el gas y la comida.
Compramos cosas que plantan otros, en vez de plantarlas nosotros (porque estamos muy ocupados trabajando), y desde chicos escuchamos que si no comemos animales nos vamos a enfermar.
Pero nadie dice nada de la comida chatarra, ni de las personas que no comen carne y «mágicamente» se les solucionan todos sus problemas de salud. (Remisión espontánea dicen los médicos – Que les cuesta salir del manual que le dieron en la facu)
Seguimos creyendo los que nos dijeron que tenemos que creer aunque nos hayan mentido una y otra vez, aunque nos digan que la nafta sube porque sube o el mercado colapsa porque colapsa.
Jamás hubo crisis ni guerras, nada se hizo solo. Todo fue creado por pequeños grupos que querían lo que el hombre quiere desde que existe: más poder.
Y nosotros, ciegos y sin cuestionar nuestras creencias avanzamos respondiendo a las directrices esperando que alguien venga para salvarnos.
Pensamos, incrédulos como siempre, que alguien aparecerá y solucionará NUESTROS problemas.
Es hora de darnos cuenta que para solucionar nuestros problemas necesitamos hacerlo nosotros mismos.
Es hora de darnos cuenta que para solucionarlos nosotros, tenemos que despertar, estar incómodos, dejar de pensar lo que pensamos y dejar de hacer lo que hacemos.
Es eso o morir en esta jaula mental que no podemos ver, oler, ni tocar
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Marcos Montivero
Coach, Autor y Conferencista
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Me gusta el subte porque es como el cumpleaños de quince de una prima lejana al que todos se ven obligados a ir aunque nadie tenga ganas. En él converge la mezcla más exótica de seres humanos, una suerte de feria llena de colores y ruido y voces estridentes y alguna que otra imagen triste.
Los pibes se metieron al vagón a los gritos. Eran tres y ninguno tenía más de ocho años. Eran flaquitos y chabacanos, maleducados sin maldad, medio pillos pero compañeros. Uno solo tenía zapatillas, el más chiquito. Y cuando digo chiquito no hablo de la cantidad de años sino de la cantidad de costillas que le conté sobre la piel desnuda. El más chiquito tenía las zapatillas y también tenía las tarjetitas. Las fue repartiendo mientras hablaba a los gritos y el otro le respondía a los gritos y un tercero le gritaba a la gente que les tiraran una moneda, que Dios los bendiga. Una señora se tapó los oídos. .
Recién cuando pasaron en retirada escuché hablar al pibe que tenía sentado enfrente. Él también habrá tenido unos ocho años.
-Mamá, ¿por qué gritan los nenes?-, preguntó, sin sacarles los ojos de encima. Eran ojos de asombro. ¡Qué libres eran los nenes que podían jugar en el subte!, habrá pensado.
-Porque son negros-, dijo la madre y sentí como si de repente me hubieran apretado el pecho. Pensé que había escuchado mal y presté atención. No sé por qué tuve miedo.
-Porque son negros. Y cuando sean grandes, van a ser ladrones. Vos tenés que tener mucho cuidado con esos chicos, ¿sabés?
La cara del nene cambió como cambia la luz de la tarde cuando es verano y son las ocho menos diez y hay sol y de repente son las ocho y todo se ha puesto oscuro. Sus ojos se apagaron y los ratoncitos de curiosidad que espiaban desde las pupilas se atacaron entre ellos. Sus cejas se torcieron hacia adelante y sus labios se convirtieron en una línea recta y severa. Creo que hasta se le cayó un poco de magia de los bolsillos.
-¿Sabés?
-Sí, mamá.
No entiendo muy bien lo que me ocurrió a mí. Se me aceleró el corazón y mi garganta se puso rígida y quería salir del tren aunque estuviera en movimiento. Quise ser yo el que gritara ahora, pero me pareció más virtuoso el silencio de quien sabe que nunca se humilla a alguien delante de sus hijos.
Tenías la oportunidad de sembrar una semilla de amor y preferiste perpetuar el odio. Elegiste enseñar a tener miedo. Podría haberte perdonado la falsa misericordia de quien observa y murmura ‘pobrecitos’ pero masticaste tanta bronca que ya no sabés hacer ni eso. Ay, nene, ojalá alguien te explique que tu vieja ese día estaba enojada y que los pibes de la calle no se juntan para jugar, sino porque tienen miedo. Los pibes de la calle no gritan porque son negros, gritan porque son invisibles.
Autor: Juan Solá (La Gente anda diciendo)
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Marcos Montivero
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Que nos supone enfrentarnos a nuevos desafíos? Dejar atrás el miedo al reto de vivir nuevas experiencias sin saber si serán buenas o malas? Lanzarnos al vacío desconociendo que encontraremos en el camino?
La respuesta a todos estos interrogantes es solo una: salir de nuestra ZONA DE CONFORT.
Nuestra primera zona de confort es el vientre de nuestra madre, allí nada nos falta, tenemos alimento, la temperatura ideal, estamos cómodos porque conocemos todo, nuestra madre nos habla y esas palabras nos regocijan el alma vibrando en frecuencia amor. Así transcurrimos 9 meses conociendo nuestro mundo, desconociendo el miedo y al salir de la panza de nuestra madre nos enfrentamos a algo desconocido: LA VIDA y desde entonces vamos aprendiendo a superar obstáculos con la ayuda de nuestra familia, vamos adquiriendo conocimientos para nuestro desarrollo.
Ahora bien, ya llegamos a edad adulta y se nos presenta una situación “riesgosa”, nos paralizamos por el miedo y esto nos genera un gran stress porque esta situación de riesgo es algo que no conocemos. No sabemos cómo reaccionar, si optar por quedarnos en nuestra cómoda zona de confort o “arriesgarnos” a salir de ella.
Si queremos avanzar en la vida, elegimos la segunda opción; tomar el riesgo. Esto nos supone entrar en un ejercicio de prueba y error, posiblemente generándonos sentimientos de frustración. Pero qué pasaría si tomásemos esa frustración como un aprendizaje? Se dice que nuestro último error es nuestro mejor maestro. Pensemos por solo un instante en lo que consideramos ha sido nuestro último error y lo que hemos aprendido de él. Entonces, a seguir ejercitando!
Concluyo entonces en que es totalmente necesario equivocarnos para aprender, salir constantemente de nuestra zona de confort enfrentando algo que no controlamos pero confiando plenamente en que dentro nuestro contamos con todas las herramientas necesarias para lograr nuestras metas.
Tania Dean
Life Coach. Escritora.
Contacto: tanudean@hotmail.com
Facebook: Tania Dean
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